jueves, 7 de mayo de 2009

Un lugar en donde no había tiempo, pero sí espacio.


Si... Aló, ¿me escuchas?

Recuerdo que el público era tan numeroso que sólo podía percibir un borroso tumulto, del que emanaban flashes dispersos.

Todo parecía moverse lentamente, mi mente estaba en un trance subliminal. Procesaba uno a uno los latidos y respiraciones que ejecutaba mientras me movía. Era mi danza mortal.

Las gotas de agua y sudor rodaban por nuestros rostros. Mi visión era el sentido mas desarrollado en aquel momento. No podía perder de vista el más minimo movimiento.

Escuché el eco de una aguda campana, era el momento de moverme, con mayor velocidad. Y así fue. El ir y venir de golpes furiosos, finamente ejecutados, daban justo en los puntos vitales de mi enemigo, una batalla se había iniciado.

Era seguro que volvería a ganar. Nadie podía vencerme. Era el único campeón invicto.

Mi sentido del tiempo ahi arriba transcurría más despacio. Así lo sentía yo. Lograba esquivar cada golpe, con la destreza de un felino. Respondía con inclemencia. La sangre no tardó en aparecer en su semblante, antes de que un agudo sonido de campana volviera a ser escuchado.

Su mirada era casi de odio mortal. Yo siempre sonreía ante mis enemigos, tal vez eso los debilitaba más, o me fortalecía más.

Sonó nuevamente la aguda campana. Nuevamente nos pusimos en guardia.

Moviendome con agilidad y lanzando de forma siniestra rectos golpes, logré tumbarlo hacia las cuerdas. Perfecto lugar para acorralarle y terminar con él. No dudé en acercarme veloz. Más veloz que el resto, podía sentir que todo se estaba ralentizando.

Mi derecha fue propulsada con la fuerza de una locomotora, en dirección a su sien.

No logré propinar el golpe. De alguna forma logró esquivarme.

En seguida ocurrió lo inesperado. Un impacto sobrenatural de abajo hacia arriba, dió en mi mandibula.

Una luz blanca cegó mis ojos. Un pitido ensordecedor no me dejaba escuchar el resto. Sentí que caí al suelo.

El tiempo se había detenido.

Intenté gritar pero mi voz no se escuchaba. Solo el pitido torturaba mis timpanos.

Estaba confundido. Esperé.

Miré a todas direcciones, pero habían desaparecido todas las personas del anfiteatro, incluso mi enemigo, el árbitro, los comentaristas, la chica de los números, mi entrenador, no había nadie, ni nada.

Todo era blanco.

¿ Qué podía ser aquello?. Me levanté y reajusté mi mandíbula. Estiré mi cuerpo e hice flexiones. Todo estaba en orden, me sentía completamente igual a como hubiera estado luego de un combate.

¿Aquello, podría ser producto de una inconsciencia?, ¿Cómo era posible?

El sonido agudo fue disminuyendo progresivamente, hasta que cesó del todo. Mi voz volvía a ser escuchada. Grité y no había eco en donde estaba.

Todo era blanco a mi alrededor.

Me quité los guantes y me senté a esperar. Esperar a que pasara algo.

Empecé a desesperarme al rato. No sabía cuanto tiempo había pasado. Comencé a sentir calor.

Me reincorporé. Y decidi salir corriendo. Corrí desesperadamente en linea recta. Comprobé que me alejaba de mis guantes, por lo que se suponía que de estár encerrado en una sala, lo más probable era que hubiera un límite.

Corrí, Corrí y Corrí sin descanzo. No se si pasaron horas, o días, o años. No podía sentir el tiempo, solo corría sin cansarme. Buscando en vano llegar a algún sitio.

Estuve haciendo lo mismo sin detenerme, nisiquiera a comer, ni beber a nada.

Mi carrera culminó el día que encontré esta bocina. Usted debe ser la primera persona que escucho en tal vez cientos de años.

Sigo sin saber en donde estoy.

Necesito que no cuelgue esta llamada, por favor.

¿Aló... sigues alli?

Escrito por:
A.J. FLORES
15042009

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