jueves, 7 de mayo de 2009

Del último truco que Gregory Kraskov hizo al Zar Alejandro III


Se dice que cuando Nikolái Romanov, observó la actuación de un viejo, en aquel frío septiembre, aplaudió con tanto ímpetu y admiración, que los allí presentes, desconcertados, no pudieron hacer más que seguir el ejemplo del infante. Aquel anciano de saco sucio, ennoblecido por las loas recibidas, se inclinó y besó el anillo de Nikolái. Por fin sus artes habrían de ser reconocidas.




Un don en absoluto extraordinario, profundamente incomprensible, fue desarrollado por el mago ignorado de nombre Gregory Kraskov, en algún momento de su juventud.

Al principio, ni siquiera él le dio importancia a lo que podía hacer con sus manos. Desaparecía piedras que conseguía en las calles, o trozos de periódico viejo que estaban en la basura. Simplemente salían de forma inexplicable de sus manos y nadie las encontraba de nuevo.

“Muy buen truco, me has divertido. ¿ Por qué no desapareces a mi esposa”, decían los otros obreros con los que compartía sus horas de descanso. Todo era siempre en broma. Todos admiraban aquellos actos como simples truquillos de rápidas manos y de vagabundería cotidiana, similar a los trucos de barajas o de dados. No obstante, Gregory, sin saber cómo, podía desaparecer las cosas, quien sabe a donde, mejor que ningún otro mago de su época.

Pasaron los años de su vida, envejeció en medio de las callejuelas y los barrios de Moscú, con poca educación. Valiéndose de realizar trabajos forzados para subsistir en la soledad.

Todo cambió cierto día, en el que mientras participaba en una de las reconstrucciones del palacio del Zar Alejandro III Romanov, divisó la llegada del infante Nikolái, el cual se disponía a evaluar los avances en el trabajo de construcción.

Entusiasmado por aquella visita, el viejo Gregory se arriesgó en hacerle una curiosa demostración. Tomó un tarro con clavos y aparentó derramarlos estrepitosamente en frente del mismísimo infante.

Uno de los capataces de la obra, al observar tal estrépito, mando a llamar de forma enfática, al viejo Gregory, ordenándole de inmediato recoger cada uno de aquellos clavos sin demora. Aparentando subordinación y timidez, el viejo se inclinó ante el infante, suplicándole apreciara la forma más correcta de enmendar el error causado.

El infante sin mas opción decidió aceptar la propuesta del viejo obrero, por simple curiosidad de apreciar cual sería “la forma más correcta”.

Gregory entonces, desdobló su camisa de trabajo. Y se arrodilló en el suelo, extendió sus manos y entrecerró los ojos. Comenzó a tembletear los dedos de sus manos al mismo tiempo que apretaba sus mandíbulas.

Enseguida abrió sus ojos con elocuente mueca, y un raro sonido, como de vidrio siendo triturado, empezó a escucharse. En seguida ante los ojos atónitos de los allí presentes, los clavos fueron desapareciendo de la vista de todos, a medida que Gregory pasaba sus manos sobre ellos.

En menos de un minuto, el suelo estaba tan limpio como antes de haber sido derribado el tarro. Gregory se levantó del suelo y mostró sus manos totalmente limpias y vacías. ¡Todo había desaparecido!

Luego de ovacionar al viejo, el infante Nikolái, prometió enviarlo ante el salón del mismísimo Zar, a fin de dar fe de aquel acto. Mandó entonces a darle una habitación en el palacio, así como ropa y comida, para la presentación. El viejo aceptó de muy buen grado, aquella era la oportunidad de su vida.

Así fue como el viejo Gregory Kraskov, llegó a deleitar al Zar y a la Zarina, junto a sus demás hijos e invitados, con una serie de desapariciones sobrenaturales que escapaban de la comprensión de los allí presentes. Aquellas reuniones siempre fueron a puertas cerradas, y solo privilegiados invitados podían observar con sus propios ojos aquellos eventos. Numerosas fueron aquellas presentaciones, una más sorprendente que la anterior.

El talento del viejo Gregory, debía ser estudiado a detalle, por lo que le pidieron permiso para llamar a las mentes más ilustres de toda Rusia, a fin de que le estudiaran y encontraran, explicaciones lógicas a semejante don.

Gregory Kraskov aceptó de buena gana, siempre con educación y complacencia.

Cuatro meses después de su primera aparición ante la corte del Zar, se presentó la fecha para dar una gran exhibición, según él, un acto que jamás había intentado y que deseaba fuera explicado por aquellos ilustres hombres allí presentes.

Llegó entonces la noche esperada.

El Zar Alejandro III Romanov, concedió a Gregory la entrada al salón, y todos quedaron inmersos en un silencio profundo, todos seguían con sus miradas al anciano que finamente vestido se dirigía al centro de la estancia. Realizó varias reverencias, y enseguida fue aplaudido.

Sonrió el viejo y saludó a los demás presentes, agradeciendo tal ovación. Enseguida se quitó el saco que colocó en una mesa finamente preparada, así como los zapatos y los guantines, quedando mucho más ligero de ropas.

Todos miraban extrañados.

- Esta noche, aprovechando la presencia de los excelentísimos varones más ilustres de toda Rusia, así como del Zar y la Zarina, realizaré para vosotros un acto que nunca he realizado, quisiera dar prueba de la posibilidad de esta nueva desaparición. Esta noche intentaré desaparecer mi cuerpo…- algunas mujeres suspiraron de pánico.-… así como lo oyen, les ruego no se preocupen ni se asusten, si mis cálculos son correctos, todo saldrá a la perfección... - sonrió y nuevamente fue aplaudido por los allí presentes.

Una atmósfera de preocupación rodeaba el lugar. Las puertas estaban cerradas, así como los ventanales permanecían tapados por gruesas y costosas cortinas reales. Todos esperaban impacientes.

Gregory hizo sus acostumbrados calentamientos. Y llamando a su ayudante, mandó a colocar un espejo de unos tres metros de altura por uno de anchura, con un fino marco de oro, justo en frente de él. Indudablemente aquel fino espejo debía pertenecer al infante Nikolái Romanov. ¿Pero qué función cumplía?

- Este espejo será usado para poder ver mi reflejo, ya que he descubierto que sólo puedo desaparecer todas las cosas que primero capto con la mirada…- explicó el viejo. – ¡Estén atentos!, a continuación...

Nuevamente extendió sus manos y entrecerró los ojos. Comenzó a tembletear los dedos al mismo tiempo que apretaba sus mandíbulas. Enseguida abrió los ojos con su mueca elocuente.

Gritó algo en una lengua desconocida y corrió a toda velocidad hacia el espejo.

Sonó un silbido muy agudo.

Todos esperaban ver el espejo vuelto pedazos, pero nada pasó.

Ya el cuerpo de Gregory no estaba en el lugar. Sólo el frío espejo que reflejaba aquellos rostros pálidos con expresiones pasmadas.

Ninguno de los allí presentes pudo explicar de modo científico aquel evento, los ilustres caballeros declararon su incomprensión ante el Zar, rogando disculpas por tal falta.

Éste, sumamente asombrado, mandó a buscar por todos los confines del imperio zarino al viejo Gregory Kraskov, ofreciendo valiosísimas recompensas.

Sin embargo, nunca más fue vuelto a ver, ni en Rusia ni en ningún lado.

Con el asesinato de la familia Romanov, aquella historia quedó totalmente en el olvido.

Escrito por:
A.J. FLORES.
14042009

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